Al mal tiempo, buena lluvia

Me pregunto a partir de qué momento empezamos a considerar la lluvia como un impedimento para poder cumplir con nuestros planes. Pensando en sociedad, podría considerarse como un cierto grado de inadaptación y de convivencia con la naturaleza.
¿En qué momento empezamos a asociar el sol con el concepto de buen tiempo y la lluvia con el de mal tiempo?
Yo siempre he escuchado “cásate entre mayo y septiembre, porque existen menos probabilidades de que la lluvia sea la invitada estrella”. Siempre y cuando pensemos en la celebración considerada ideal, esa de escenario verde y al aire libre, en la que las novias aparecemos a caballo y las invitadas más ilusionadas se montan un memorable tocado en la cabeza. Quedaría todo un poco escurrido, la verdad, peinados incluidos.
Luego, ¿quién se va de vacaciones con viento y frío?
Recuerdo cuando visitamos Berlín a finales de un mes de noviembre. Las personas que conocimos allí no podían entender cómo la pareja de canarios había volado a Berlín en otoño-invierno, para vivir la experiencia de ser berliners por una semana. Fue un viaje corto pero intenso, suficiente para descubrir que seríamos felices también allí, a pesar del frío y de la lluvia. Del hielo. De las pocas horas de luz. Y de Auschwitz.
A mí el frío me congela la nariz. Cuando entro en espacios aclimatados, se me pone roja, roja. También las manos. Y quienes me conocen saben que puedo tenerlas heladas sin ni siquiera darme cuenta. Sin embargo, el exceso de calor hace que se me hinchen las piernas y que se me escape la energía poco a poco, como cuando el aire va fluyendo hacia afuera, a través de una picada diminuta, en la típica colchoneta inflable… pffsssss ffsssssss shssss ssssss sss ss s…
¿Qué emociones se mueven en ti cuando ves llover?
El cuerpo siempre nos avisa de su funcionamiento. Y cuanto más diversas sean las situaciones a las que lo exponemos, más percibimos lo amplio que es su espectro. ¡Es una pasada! Lo hace a través de mecanismos biológicos.
Pero también intervienen mecanismos psicológicos.
¿Cuál es tu primer pensamiento cuando te das cuenta de que está lloviendo? Así, rápido. Dímelo sin seguir leyendo.
¿Ya?
Ahora hago yo el ejercicio:
Cuando veo la lluvia, pienso en…
- ¡Esta semana va a llegar la verdura hermosa!
- Recogimiento. Nostalgia.
- Vínculos personales.
- Voy a por el libro y la infusión calentita.
- ¿Haré hoy esa llamadita especial por teléfono?
- Color verde. Aves bebiendo. Arcoiris.
- Leer. Escribir.
- Hacer un postre casero.
- Peli y la mantita para acabar el día.
- .
- .
- .
En realidad todo me lleva hacia adentro. Concretamente hacia actividades que me ayudan a profundizar en lo que es esencial para mí.
¿Será que la lluvia no nos gusta mucho porque nos refleja? Al fin y al cabo, la lluvia nunca vuelve hacia arriba.
Está claro que con lluvia no nos vamos a ir a tomar el vermú a la terraza de moda. ¿O sí? Tampoco podemos irnos a poner morenas o darnos un baño en el mar. ¡O sí! Y si tenemos el plan de ir de compras, tendríamos que cargar con el paraguas, la chaqueta, las botas… Poco ligeras. Que le pregunten a las compañeras que viven en Holanda o Bruselas. A lo mejor no es tan traumático. O sí…
Quizás sobrevivir es adaptarse a las pequeñas cosas que se escapan de nuestro control. Y empieza con el primer pensamiento que nos surge ante cualquier percepción de cambio en nuestro entorno.
Entonces, ¿cuándo fue que empezamos a despreciar la lluvia?
Yo creo que desde que nos desconectamos de la tierra y decidimos cultivar ocio al aire libre, en vez de lechugas.
También cuando nos pusimos por delante, por encima y alrededor del planeta.
Pero sobre todo, cuando olvidamos que el mundo en el que vivimos, el micro y el macro, es limitado y finito.
Imagen: Symon John-McHaffie
Editado por última vez: 14.04.2022
Arantza
A mi la lluvia siempre me gustó, quizás porque vengo de un lugar donde la lluvia es frecuente. Aunque también es cierto que lo tenía olvidado. Me había olvidado de las sensaciones hermosas que surgen cuando se pasea por el monte bajo la lluvia, tapada con el paraguas y con mis botas katiuskas que permiten pisar los charcos. Otra sensación que tengo en mi recuerdo es la vuelta después de un día de monte en el que te pilla de improviso y te empapa y te impregna del olor a tierra mojada. Y no puedes parar para no quedarte fría. Y cuando llegas a casa chorreando, te quitas la ropa, te das una ducha caliente y te tomas esa infusión que te templa por dentro.
La lluvia es como las lágrimas. Las consideramos molestas y nos da miedo compartirlas. ………………
Sandra
Querida Arantza:
Me encanta la metáfora de las lágrimas. La lluvia drena, el llanto repara.
Gracias por compartir. Te he imaginado calzada en tus katiuskas…
Mili
Totalmente de acuerdo.
Me gusta la lluvia, me gusta el sol me gusta el aire, me gusta la vida??
Hay que disfrutar cada momento???
Sandra
Disfrutar de cada momento. Y, ¡al mal tiempo, buena lluvia!
The Madelman
Querida Investigatriz,
estoy muy de acuerdo contigo en que hemos olvidado cómo apreciar la lluvia y todo lo que ella nos trae y nos devuelve cuando aparece, como tan gráficamente describes. Lo único que matizaría es que me parece que esa manera de ver la lluvia y apreciarla depende un poco de cuánto tiempo duren, porque al final todo depende de los equilibrios. Con esto me refiero a climas donde la lluvia, el sol, el frío y el calor alternen de una manera equilibrada, porque vivir en los extremos seguramente no es plato de buen gusto para la mayoría. En Canarias tenemos un clima muy equilibrado en ese sentido donde los extremos desaparecen, lo que lo hace tan agradable en el fondo y son pocos los días que pasamos en condiciones muy alejadas de los promedios. Esto me da que tiene dos consecuencias para quienes vivimos aquí: i) nos acomodamos a lo bueno y el primer día que salimos de la zona de confort protestamos y mostramos rechazo por el mínimo cambio, porque solo se aprende a valorar aquello que somos conscientes que podemos perder y ii) cuando salimos fuera por un periodo de tiempo relativamente corto valoramos la diferencia, porque la diferencia en sí genera un efecto sorpresa al principio en la medida que vivir algo nuevo es excitante, sobretodo cuando justo lo que buscas es vivir una experiencia diferente. Ahora bien, cuando prolongamos la estancia y empezamos a vivir en un clima donde los extremos son más patentes, recordamos las bondades del clima de nuestras islas y de nuestra bendita «panza de burro», tan amada por unas y tan odiada por otras. Lo que me parece más grave y preocupante es que de lo que nos hemos olvidado es del grave problema que tenemos con el agua en Canarias y la desertificación. El acceso a agua de calidad marcará inevitablemente el futuro próximo de todas nosotras. Bendita lluvia, bendita «panza de burro», y al mal tiempo, buena lluvia!!!
Sandra
Estimado Madelman:
Entre equilibrios navegamos en el mar de la adaptación.
Noemí Cruz Hernández
Me encantan los domingos de lluvia pero sin viento. Son especiales porque son la excusa perfecta para reunir a la familia y los amigos para disfrutar de ellos.
Sandra
Querida Noemí:
A mí me encanta ser parte de esas personas reunidas.
Viviana
Amo la lluvia.
Sandra
También la amo.
Casiopea
Leerte me llevó a una de mis palabras favoritas: petricor. Y uno de mis olores favoritos, me encanta la lluvia.
Gracias por tus reflexiones. 🙂
Sandra
Casiopea:
Petricor me ha llevado a investigar la base científica de esta esencia.
La molécula responsable del aroma a tierra mojada se llama GEOSMINA.
Gracias a ti por compartir tu palabra favorita. Me la quedo 😉